viernes, 24 de junio de 2011

Hydra

Como os contaba en la última entrada, en nuestro renavegar estas zonas de Grecia, decidimos volver a Hydra y aprovechando que no era temporada alta, e intentar amarrar en un puerto que en verano nos resultó siempre imposible.

Es cierto que la bahía de Mandraki está entre nuestros lugares favoritos, que desde ahí el paseo hasta la ciudad es precioso... pero es un fondeo en el que hay que atarse a tierra y a mí no me apetecía todavía lo del chapuzón!

Y llegamos al puerto de Hydra... y sólo había dos veleros amarrados y un montón de sitio!!

Fue un día bonito, pudiendo recorrer la ciudad que sin coches y llena de burros no deja de tener un saborcito especial. Por fin me compré un jersey de marinera total, disfrutamos de una puesta de sol bellísima, subimos por las cuestas empinadas



en fin, que cuando nos vinieron a ver Rosa y Pilar unos días más tarde quisimos regalarles un día especial también a ellas sin caer en la cuenta de que era Semana Santa!!!

Hydra nos recibió, como siempre, radiante


Al entrar al puerto (con un fuerte viento de popa que según el parte iba a subir) no había ningún sitio libre y cuando ya estábamos valorando si fondeábamos en Mandraki o nos íbamos directos a Ermioni, dos veleros empezaron a soltar amarres.

Nosotros esperábamos y tras nosotros un velero patroneado por una familia belga; ocupamos el primero de los sitios, el belga el segundo y pensamos que la bandera de completo ya se podía izar en el puerto.

Pero poco después llegó un mercante grandote y la guardia costera "invitó" a la familia belga a dejar libre su sitio y amarrarse a las proas de los que estábamos amarrados al muelle

gups!

nosotros sabíamos que eso era el pistoletazo de salida a la avalancha de veleros que se iban a abarloar y abarloar y abarloar...


y lo que primero fueron dos filas después se convirtieron en tres


y después en cuatro... y en tantas que había que subir a un montículo para hacer una foto que definiera la magnitud de la "cosa" que se iba montando en puerto; había tantos barcos en la cara norte que casi se podía ir andando al muelle sur de barco en barco


¿habéis localizado al Alea? yo os ayudo



esto sí era vivir con estrecheces jeje




lo malo de todo esto era el lío de cadenas que se adivinaba, que el viento subía y subía y estaba claro que da ahí no se movía nadie al día siguiente, que las anclas mal echadas se levantaban del fondo y había barcos flotando mientras sus ocupantes se habían ido de excursión... y que todos estaban sujetos -en última instancia- de los amarres a tierra de los que habíamos llegado tempranito!


Así que en nuestro día de estancia obligada Pilar decidió leer y relajarse, el capi vigilar la situación... y Rosa y yo ir a descubrir la primavera en la isla de Hydra





paseamos hasta Mandraki donde ningún velero se había atrevido a fondear pero donde la cervecita nos esperaba para hacernos la vida más, mmmm, más fresquita




porque a veces un buen paseo es más que suficiente para tener un día feliz



Cuando por fin pudimos dejar atrás Hydra (dos horas de espectáculo de cadenas, gritos, nervios y que a nosotros nos suposo un bonito cabo que alguien abandonó a bordo) pusimos rumbo a una calita al sur de la isla que en verano es imposible por lo llena y que ahora era para nosotros solitos



picnic a bordo, risas y arroz y a seguir ruta que Grecia no se acaba aquí!




jueves, 16 de junio de 2011



Viajar es maravilloso. Cuando -hace ya mucho tiempo- intentábamos decidir cómo encauzar nuestra vida de un modo que nos hiciera felices, la idea del viaje era la que presidía de un modo u otro nuestros deseos.
Viajar es decubrir sitios nuevos, nuevas gentes, paisajes diferentes...
pero lo cierto es que -de vez en cuando- el viaje también es un reencuentro y la novedad del destino no es tan importante como volver a lugares que te gustaron y en los que disfrutaste...
y porque nos gusta viajar-descubrir, pero también viajar-rememorar, decidimos no dejar Grecia sin volver al Argosarónico que tanto nos había gustado.

Volver a lugares conocidos siempre tiene el riesgo de la desilusión. Por más que queramos ser objetivos, los recuerdos minimizan lo "malo" y magnifican lo "bueno" y al volver nunca nos encontramos con lo que recordábamos haber vivido la vez anterior, la primera, la que tenía el aliciente del descubrimiento. Pero si eres consciente de ello y vuelves sin la idea de volver a vivir lo mismo sino de volver a disfrutar del mismo entorno con lo que el momento te depare, la cosa cambia.

Con esa actitud hemos vuelto a puertos conocidos y la desilusión no ha hecho mella en nuestro periplo.

Navplio seguía siendo una ciudad viva, llenas sus calles de tabernas y bougambilias, el castillo presidiéndola, los comercios bien surtidos




Y Ermioni, aun en temporada baja, seguía teniendo la terraza de sillas azules, las cervecitas frías y el puerto acogedor; además ahí nos encontramos con el Ralip y el escenario pasó a un segundo término porque los amigos son los amigos!



En Poros nos hemos encontrado con novedades (en el muro de la ciudad donde amarrábamos habitualmente han instalado postes que dispensan servicio de agua y luz... y cobran 20 euros por noche; afortunadamente en temporada baja nadie se molestó en molestarnos con la cuenta) pero las puestas de sol siguen siendo preciosas




Han sido unos días en los que hemos navegado mucho (mucho) y bien (muy bien), casi todo a vela y casi siempre por encima de nuestra media de velocidad. Y es que cuando llevas a bordo gente para quien no importa si la navegación dura dos horas o seis... pues te dejas llevar por el viento y en lugar de ir a A vas a B y todo es estupendo porque con buena gente alrededor todo es fácil y bonito

Claro que eso implicaba que la mayor parte de los días comiéramos "en ruta" (buen entrenamiento para el cruce del charco) y yo tuviera que cocinar con una escora considarable (¿os acordáis del episodio de las lentejas en Creta? pues más de lo mismo!) tanto así que después de preparar pasta, arroz... un día el personal se tuvo que conformar con un bocadillo!



Y así llegó una mañana en la que a la hora de elegir destino yo votaba por Astros y Johan por Khaidhari, y gané yo!.



Pusimos rumbo a puerto con la esperanza de llegar a buena hora para preparar -en buenas condiciones- un pollo a la mostaza



Al llegar a puerto -ya lo conocíamos y sabíamos que el fondo no es bueno y que por lo tanto si el viento subía no podríamos quedarnos- Johan dijo que no estaba muy convencido y yo le pedí que por favor nos quedáramos al menos hasta después de comer. Como teníamos a bordo gente sana la receta quedó un poco desestructurada (a lo Ferran Adrià) y la salsa la serví a parte, el arroz se sustituyó por lechuga, pero la cosa pintaba la mar de bien, cuando...

fiiiiiiiiiiiiiiiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu

25 nudos de viento y el ancla patinando sobre la gran roca que es el fondo del puerto

¡nos vamos!

grrrrrrrrrrrrr

yo con cara de mostaza, la mesa montada, el pollo emplatado y a navegar!!!

pues nada, las cosas en el mar son como son y hay que tomarlas como vienen

La navegación fue fantástica (pero fantástica) y José Luis consiguió una de las mejores fotos del Alea


Los 28/30 nudos de viento, la escora... no asustaron al personal y todos muy dignos nos sentamos a la mesa y "pásame la ensalda", "que rico está el pollo", "un poquito más de salsa" comimos entre risas una de las mejores comidas que yo puedo recordar, eso sí, rebautizada como "pollo a la escora"



Y llegamos a la bahía de Khaidhari que como siempre nos acogió tranquila a pesar de la que soplaba fuera y con Aleita nos fuimos a tierra para pasear entre pequeños pantalanes imposibles



Y llegamos a una tabernita con unas vistas estupendas y una cosa llevó a la otra



y para compesar los bocadillos y las comidas escoradas nos regalamos un platillo de pescado con unas cervezas bien frías




y seguimos la ruta que nos llevó hasta Hydra, pero esa, definitivamente es otra historia.

De estos días me quedo con las ideas que daban comienzo a esta crónica: es tan bonito descubrir como redescubrir porque en el fondo lo más importante es estar con quien quieres, haciendo lo que te gusta e inventándote a diario motivos para reír... y eso a nosotros no se nos da del todo mal!






Leonidhion



Pasados unos días en Pto. Helli (por cierto, si alguien se pierde por ahí hay una taberna que se llama Alexandra que sirve un cochinillo para chuparse los dedos) y después de hacer nuevos amigos entre las gentes que estaban en la marina seca acabando los preparativos para una nueva temporada en el agua, decidimos poner rumbo a Leonidhion.

La navegación fue de las que hacen afición (es que la frase hecha viene que ni pintada) ya que teníamos un buen viento, a penas olas y llegamos a alcanzar una velocidad de 8'3 nada habitual en nuestras travesías ¡un gustazo! eso sí, como sucede siempre, cuanto mejor es la navegación más rápido se llega al destino -no como cuando el viento te lo pone difícil y parece que no vas a llegar nunca- y nos quedamos con ganas de un poquito más

La entrada al puerto es un tanto complicada... ¡porque no hay quien vea la entrada del puerto!

Justo delante nuestro navegaba otro velero que no hacía más que acercarse y alejarse de lo que parecía una playa sin más; finalemente parecieron darse por vencidos; nosotros, con el plotter en una escala muy cercana y los prismáticos en la mano, tampoco conseguíamos ver por dónde seguir aunque la carta indicaba que estábamos a tocar de la bocana. Así que confiando en la tecnología nos fuimos acercando y finalmente acertamos a ver la luz verde ¡eureka!

Entramos en el puertecito donde solo había otro velero abarloado al muelle y el otro velero, al vernos entrar, rápidamente siguió nuestros pasos.

El derrotero que manejamos indica que hay calado suficiente hasta "la escalera" pero lo cierto es que no veíamos escalera ninguna así que optamos por ser conservadores y nos quedamos tras el que ya estaba amarrado aunque estuviera más tranquilo más al fondo del puerto.
(37º08'4N 022º53'3E, si entra ola en el puerto, el mar de fondo es incómodo estando abarloados a muelle)



Después, paseando, nos dimos cuenta que la escalera estaba ahí pero como no era lo que nosotros imaginábamos ni siquiera la vimos!



Estando nosotros ya amarrados llegaron nuestros "seguidores"; les echamos una mano con los amarres pero no tardamos en darnos cuenta de que no era un velero "normal"; se trataba de un grupo de rusos que acompañados de un instructor estaban haciendo prácticas de navegación. La técnica del profe consistía en explicar previamente la maniobra y los pasos a seguir... y después dejar que se equivocaran una y otra vez (por aquello que se aprende mejor del error y la práctica); de este modo estuvieron a punto de empotrarse en nuestra proa un par de veces, cocharon su popa contra el muelle otras tantas y fueron capaces de explotar una defensa antes de darse por satisfechos..........................................
mejor eso que salir sin saber, pero ¡qué peligro!


Para reponernos del susto nos fuimos a tomar una cervecita que es algo que nunca está de más




y para bajar lo ingerido, nos fuimos a pasear por una playa preciosa que hay justo tras el muelle y que a pesar de ser de canto rodado -como casi todas las playas en Grecia- presentaba un aspecto inmejorable (con duchas y todo)



Al día siguiente decidimos seguir los consejos de la guía e ir a visitar el monasterio de Elonas que se encuentra colgado en la ladera de una montaña; no hay transporte público así que pedimos en una taberna si nos podían llamar a un taxi y para allá que nos fuimos (el taxi 35 euros incluida la espera durante la visita y el regreso)



En el monasterio actualmente viven dos hombres y una mujer en un entorno impresionante



aunque no es difícil imaginar que en otros tiempos estuvo más poblado ya que cuenta con numeroso espacio de viviendas


Nos invitaron a tomar unas frutas escarchadas y uno de los ¿monjes? nos invitó a un café que compartimos todos en una mesa al aire libre con unas vistas preciosas... las ventajas del turismo fuera de temporada (este relato corresponde -todavía!- a nuestras vivencias del mes de abril)




De regreso, Ani y yo decidimos parar en Leonidhion (en realidad la pequeña localidad en la que se encuentra el puerto se llama Plaka) y bajar andando aprovechando que el día estaba precioso y soleado.

El camino nos llevó más o menos una hora a buen paso; finalmente hicimos dedo y un coche nos acercó hasta el puerto ya que Johan nos esperaba para salir y estábamos llegando algo tarde.

No sé si sería el calor, la caminata o que me tenía que pasar... pero al llegar al barco tenía un terrible dolor en el costado; me fui a la cama y lo cierto es que me costaba aguantarme los lagrimones. Le di a Johan un susto de muerte ya que pensó que podía ser apendicitis (el dolor localizado, décimas de fiebre) así que decidimos no soltar amarras hasta que la cosa se aclarara... un buen rato más tarde.

Un par de días después embarcaron José Luis y Ana que es médico. Ella me hizo una exploración y determinó que sólo era un problema de gases pero el susto nos acompañó un ratito!

Dejamos por fin Leonidhion para llegar hasta una calita en Spetses donde pasamos una noche estupenda, fondeados sin vecinos, con un cielo de esos que no te cansas de mirar.
(37º17'7N 023º061E)



Y aquí empezaba nuestra pequeña ruta por el Argosarónico para volver a visitar algunos de nuestros lugares favoritos antes de dejar Grecia: Ermioni, Poros, Navplio, Hydra... y desde luego -no podía ser menos- nos pasaron un montón de anécdotas que os contaré en el próximo capítulo (pronto, prometido)


sábado, 4 de junio de 2011

Rumbo al Argosarónico


Aquí estamos de nuevo (en tiempo real ya en el Jónico) viviendo un montón de experiencias que tengo tantas ganas de compartir que a ratos me apetece saltar capítulos para poder explicaros lo que nos pasó esta semana (que ha sido... interesante!) pero todos y cada uno de los episodios de este viaje son importantes y cada uno a su manera único, así que no me queda más que ponerme las pilas para adelantar rápido y llegar al presente; cualquier día lo consigo.


Pero dónde nos habíamos quedado ¡ah, sí! en el calendario a finales de marzo, en el espacio, en Monemvasia, durmiendo después de una travesía larga...

Nos levantamos alrededor de las 13.00h y después de desayunar/almorzar nos fuimos a dar un paseito.
Monemvasia -el puerto donde estábamos amarrados- no es en realidad Monemvasia sino Yefira. Monemvasia es en realidad una roca (al estilo de Gibraltar) que preside el pueblecito en el que nos encontrábamos. Fuimos paseando hasta los pies de la roca y vimos un hotel precioso al que daban los últimos toques antes de la abrir en la nueva temporada; como hacía sol y estábamos cansados decidimos no ir más allá, pasear por Yefira, comprar algo de pan y regresar al Alea.




Cuando llegamos al barco, nos visitó la guardia costera para indicarnos que había una previsión de fuertes vientos del norte (f7/8) y que aquel puerto no era el mejor de los lugares para pasar el temporal (en Yefira/Monemvasia se puede amarrar en la marina -gratis como nos indicó la guardia costera porque consideran que está en construcción- o en el antiguo pantalán del ferry, al norte, o fondear frente a este último; según la guardia costera ninguna de las posibilidades es recomendable si hay tormenta con viento norte) y que nos aconsejaban buscar otro refugio.

Preguntamos si Kiparissi podía ser un buen lugar y nos comentaron que sinceramente lo mejor que podíamos hacer era poner rumbo a Pto Helli (este nos lo conocemos y es perfecto para pasar cualquier temporal), así que a las 18h dejábamos puerto para seguir rumbo al norte.

Al navegar junto a la cara sur de "la roca" descubrimos por qué todo el mundo dice que no te puedes perder una visita a Monemvasia. En la montaña se esculpe un precioso pueblo de piedra que no vimos en la oscuridad de la noche al llegar y que ahora se nos escapaba de los dedos...

¡intentaremos volver!



Como siempre teníamos la caña de pescar con el reclamo en el agua y como siempre ahí no picaba absolutamente nada. Al caer el sol Johan me comentó que iba a recogerla -para no tener el peligro de pescar de noche cuando sólo uno estuviera de guardia- aunque ese era el mejor momento del día justo cuando cae el sol y bla, bla, bla.... psssssssssssssssssssssss
mientras me explicaba las artes de pesca y comentaba nuestra poca suerte ¡había picado un pez!
corrimos a la línea, yo preparé la red, empezamos a recuperar hilo y en un ratito pudimos ver un superpez; teniendo en cuenta que hasta ahora siempre que hemos pescado un pez ha sido de unos dos kilos y al sacarlo del agua siempre hemos gritado ¡4 kilos, 4 kilos! suponemos que este debía pesar unos 5 kilos porque los dos gritamos ¡10 kilos, 10 kilos! y digo suponemos porque cuando estaba ya ahí, justo en la popa
plink
el hilo ser rompió y el pez (llevándose consigo nuestra rapala azulita núm 10) se nos escapó!

El viento durante la travesía nos permitió ir bastante rato a vela pero estaba rolón e incómodo y a eso de las 23.00h había desaparecido; aprovechando que estábamos pasando frente a Kiparissi decidimos que era un buen lugar para descansar y pasar la noche ya que el viento no se esperaba hasta el día siguiente por la tarde.

Kiparissi es un lugar precioso (ladera verde de una montaña con una pequeña aldea a los pies) en el que se puede fondear y que tiene en la parte norte de la bahía, un pequeño muro en el que se puede amarrar. Ahí pasamos la noche (36º59'07N 22º59'9E, calado 5'2) rodeados de barquitas de pesca y de ahí salimos bien temprano para llegar a puerto a buena hora. También un lugar para repetir que por su configuración parece ser estupendo casi para cualquier viento... otra vez será.

El viento -que se anuncia fuerte- es más bien flojillo y decidimos probar por fin nuestro piloto de viento. En el Alea hay muchos elementos que tienen nombre propio (el motor se llama "Choquero", las placas solares son las "niñas" de la casa, el piloto automático es sin duda "la jefa") pues bien, el piloto de viento se llama Charlotte!

El ingenio consite en un mecanismo que permite llevar el timón del barco simplemente por la fuerza del viento que actúa sobre una pala que a su vez está conectada con una segunda pala que está en el agua. El movimiento que generan se lleva hasta la rueda del timón mediante un sistema de cabos y poleas y como por arte de magia, el viento gira, la pala que está al aire se inclina y con ello mueve la que está en el agua, que a su vez mueve los cabitos y como si de un misterio se tratara giran la rueda... sin gastar ni un amperio!













Lo cierto es que Johan estuvo ajustando el cabito azul, tirando del cabito amarillo, modificando los grados... y el invento funcionó la mar de bien. El problema es que al ratito el viento cayó completamente y tuvimos que recogerlo todo y volver a los medios mecánicos para llegar a puerto.

Y de nuevo ahí estaba Puerto Helli, tal vez no el más bonito de los lugares pero con un encanto propio, para nosotros la sensación de volver a casa después de dos años de periplo... estábamos cerrando un círculo!